La gestión de una comunidad de vecinos es harto compleja y uno de los campos más complicados a los que tendremos que hacer frente, con la asunción de temas de contabilidad, pólizas de seguros, control de la fachada y otros mil problemas banales pero insidiosos y molestos.
Esto se ha visto agravado por la situación padecida tras la aparición en nuestras vidas, del COVID-19, que nos deja además del malestar y el posible miedo, la desconfianza y la inseguridad de lo que hacen o dejan de hacer los vecinos, y que sin duda puede afectarnos, pero tranquilo: Tienes a Afinquia.
En primer lugar, la morosidad en las comunidades de vecinos ha aumentado desde la pandemia, y sigue haciéndolo exponencialmente desde su inicio; lo que deja sin presupuesto o con las arcas más que mermadas, a muchas comunidades de vecinos, que ven frustradas sus posibilidades reales de llevar a cabo con normalidad las tareas y los pagos propios del día a día.
A la morosidad hay que sumarle un problema básico derivado de la pandemia, y que proviene principalmente de las restricciones sanitarias, que por un lado nos protegen pero que por otro nos limitan y que en ambos casos, dificultan la normal convivencia en un entorno ya de por sí complejo como es una comunidad de vecinos.
Existen muchas áreas sin regulación jurídica y en las que nos topamos cada día, con diversidad de criterios, intereses enfrentados, y diferentes sensibilidades a la hora de entender lo que significa convivir y compartir unos espacios y unas áreas comunes. La crisis sufrida por el coronavirus no ha hecho sino enquistar más si cabe, muchas relaciones que si antes no eran tensas, ahora sí lo son.
Crisis económica y financiera sumada a la mayor demanda de seguridad sanitaria y mayor control e higienización de zonas comunes, da como resultado un menor ingreso para una mayor necesidad económica, y cada vez más vecinos molestos por la desagradable situación que nos toca vivir en cada edificio.
Haciendo hincapié especialmente en la incertidumbre que la legislación deja respecto de cómo aplicar en nuestro día a día comunitario las restricciones sanitarias, vemos dificultades en primer lugar, para convocar con seguridad las juntas de vecinos, por ejemplo, o para realizar la renovación de cargos, aprobar presupuestos, derramas, e incluso instar las reclamaciones oportunas frente a los morosos.
Las cifras del coronavirus no dejan de crecer y en las comunidades de vecinos también somos responsables de hacer todo lo que sea necesario, guste o no, para prevenir el contagio: porque la salud es prioritaria en este momento; y aunque es conveniente ceñirse a las medidas que ha dictado el Gobierno, como decimos, hay muchas lagunas y muchas áreas sin regular y que dependen de nosotros.
Por ejemplo; ciertas medidas que nos vemos abocados a valorar teniendo en cuenta la situación particular de cada edificio, es el uso del ascensor. En muchos casos, habrá que limitar el acceso al ascensor de uno en uno y con mascarilla, procurando potenciar una higienización y limpieza más profunda y abundante; ya que para presionar el botón que llama al ascensor también se usan las manos.
Respecto de las juntas de vecinos, en ocasiones se está optando por aplazarlas e incluso en caso de urgencia, usar medios telemáticos, aunque contamos con la posibilidad de que haya personas de edad avanzada o que entran dentro de los grupos más vulnerables para las que, por un lado, hacerlas presenciales sería inviable, pero por otro, usar medios tecnológicos y digitales no sería una solución.
La problemática de clausurar las zonas comunes como parques, patios, incluso terrazas con piscina se ha convertido este verano en un foco de conflictos, pese a que no deja de ser responsabilidad de todos afrontar que vivimos una época difícil y que esta enfermedad es mortal, por lo que siempre debe imperar el sentido común y la preservación de la salud común frente a otros intereses.
También en zonas comunes no clausuradas, (descansillos, escaleras, pasillos) debemos valorar imponer normas como el uso obligatorio de mascarilla, no deshacerse de las mismas en las papeleras comunitarias, o incentivar al máximo la desinfección e higiene personal mediante el uso de hidrogel u otros productos similares, así como intentar reducir el uso de servicios de paquetería, lo que, acercándose la Navidad, no deja de ser harto complicado.